«Señor, que yo pueda ser mejor»
Sir 27,4-7: No elogies a nadie antes de oírlo hablar. Sal 91,2-3.13-14.15-16: Es bueno darte gracias, Señor. 1Cor 15,54-58: Nos da la victoria por medio de Jesucristo. Lc 6,39-45: De lo que rebosa el corazón habla la boca.
La palabra de Jesús en el evangelio de este domingo VIII del Tiempo Ordinario invita al lector a ser mejor persona con el objetivo de hacer mejores a los hermanos.
Estamos ante la tercera y última parte del “Sermón del llano”, como lo llama Lucas. Si antes nos ha presentado las bienaventuranzas y algunos ¡ay!, y a Jesús diciendo que tenemos que amar a nuestros enemigos, esta vez el evangelista trae una compilación de dichos de Jesús.
Lucas conoce, por la retórica de su tiempo, la diferencia entre lenguaje directo y lenguaje figurado. Estos dichos o parábolas están presentes también en el evangelio de Mateo, pero en distinto orden. Haciendo un conteo podemos apartar seis temas importantes: la ceguera, el discipulado, la crítica y la hipocresía, el árbol y la bondad.
Me centro en tres de ellos para nuestra reflexión: la ceguera; la crítica y la hipocresía; y, como cierre, la bondad.
LA CEGUERA
Jesús hace una pregunta que, a nuestros ojos, parece tener una respuesta obvia:
Podríamos pensar que la pregunta no tiene mucho que ver con la situación de aquel momento o con nuestra situación actual. Pero si entramos más a fondo en su sentido y lo relacionamos con el aspecto posterior, deduciremos que Jesús está hablando de los falsos profetas o, más bien, de los discípulos que van a guiar al pueblo, pero que no pueden hacerlo sin conocer el camino.
Jesús mismo responde a su pregunta:
El que guía a otra persona sin saber cuál es su destino ni el camino a andar, seguramente llevará al otro a un lugar que no quiere; y él mismo acabará también donde no quería.
En el fondo Jesús nos dice que tengamos cuidado con lo que decimos y predicamos, que sea para la construcción y no para lucirnos como buenos predicadores.
LA CRÍTICA Y LA HIPOCRESÍA
Jesús llama la atención a una situación que es muy recurrente en nuestro día a día: ver la mota que está en el ojo del hermano y no percibir la viga que existen en nuestro propio ojo.
Claramente haciendo uso de la ironía, Jesús trae la reflexión sobre cómo criticamos. No dice que no podamos hacer crítica; lo que dice es que tal crítica debe estar unida a la autocrítica sincera: he de mirar mis debilidades antes que las de los otros. Y sentencia: «¡hipócritas!».
Para muchos es más importante decir que el otro está equivocado que, cuando se sabe equivocado él mismo, reconocerlo. Muchas veces hasta expresamos tener la razón antes que doblegarnos ante una opinión con más consistencia que la propia.
Solamente el que consigue corregirse a la perfección puede tener una visión más nítida que lo que pasa con el otro. No impide Jesús hacer juicios, pero sí hacerlo tras haber resuelto el propio defecto o debilidad.
LA BONDAD
Finalmente, Jesús trae una palabra de aliento, tras haber hecho algunos reproches duros, en tono de reprensión. Pone ahora el foco en el amor.
Es una invitación a ser mínimamente buenos para poder guardar tesoros en el corazón. Y el que tiene su corazón lleno de amor solamente podrá distribuir amor.
Si alguien llega pidiendo un vaso de agua y no lo tenemos, no podemos dárselo. De esta misma manera es el amor: solo puede distribuirlo quien realmente experimentó el amor y lo tiene guardado en su casa.
Además, la boca no puede hablar más de aquello de lo cual está lleno el corazón. Y, sabiendo que podemos llenar el corazón de amor, iremos al encuentro del amor. Jesús interpela a su seguidor a ser mejor y a dar solamente aquello que hace bien a su prójimo, dejando de lado las cegueras y las hipocresías del corazón.
Pidamos al señor que nos de un corazón más inclinado a conocer las cosas buenas y a trasmitir amor y bondada los hermanos. Que podamos ser personas mejores y, de esta manera, llevemos a los hermanos por un camino cierto, dándoles la posibilidad de ser personas mejores también