DOMINGO II DE PASCUA: JESUCRISTO RESUCITADO NOS REGALA SU PAZ

Hechos 5,12-16: Crecía el número de los creyentes; Apocalipsis 1,9-11a.12-13.17-19: Estaba muerto, y ya ves, vivo por los siglos de los siglos; Juan 20, 19-31: A los ocho días se les apareció Jesús.

Jesús E. Mendoza.

El evangelio nos ofrece la aparición de Jesús resucitado a los discípulos reunidos. Jesús se presenta con las marcas de la pasión; transmite, con su Espíritu, los dones de paz, reconciliación, confirmación en la fe y anuncia la bienaventuranza de los que creen sin haberlo visto.

Nuestro Señor interactúa con los discípulos en dos momentos: primero, lo hace en grupo y después, de manera particular, con Tomás.

El estado anímico del grupo era de miedo; estaban encerrados por miedo de los judíos. En esa situación Jesús se dirige con un saludo efusivo: “Paz con ustedes”. Ese saludo se repetirá en todas las apariciones. La paz es el gran regalo de Jesús resucitado.

Es por medio de la experiencia del resucitado como, al igual que los discípulos, encontramos fuerza para vencer los miedos que nos paralizan; es la paz de Jesús la que nos libera de nuestro egoísmo, vanidad, del creer que nada tiene solución y que todo está perdido.

En este domingo pidamos al Resucitado que sople sobre nosotros. Ese gesto de soplar nos recuerda aquellas primeras páginas de la biblia, donde Dios infunde vida. Jesús hace lo mismo con sus discípulos, hace nacer a una vida nueva a la comunidad de sus discípulos gracias a su muerte y resurrección.

Ahora bien, vemos cómo Tomás rechaza el testimonio de quienes fueron testigos de Jesús resucitado; él exige pruebas, privilegia el individualismo sobre los valores comunitarios. Tomás condiciona su aceptación de la resurrección a ver en las manos de Jesús las marcas de la pasión, tocar las heridas y palpar el cotado perforado por la lanza.

Después de ocho días Jesús se aparece de nuevo. Esta vez Tomás estaba presente. Jesús, después de saludarlos, se dirigió a Tomás y lo invitó a verificar con sus sentidos que era él mismo y no una ilusión: “trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente”. Tomás, después de tocar a Jesús, nos regala la profesión de fe por excelencia de la primera comunidad: “¡Señor mío y Dios mío!”.

Que la paz que viene de Jesús resucitado renueve nuestra fe y nos haga superar todo miedo.