El evangelio de este domingo tiene como tema central el mandamiento nuevo que Jesús da a sus discípulos.
Novedad y amor son las palabras clave que podrían definir a Jesús, pues la novedad mantiene al ser humano curioso, atento, expectante, atrae. Y el amor ha sido el sello que Él imprimió a todas sus palabras y acciones: amor total al Padre, amor filial, amor de amigo, amor por los niños, amor por los excluidos de la sociedad, amor que lo llevó hasta el supremo gesto de dar la vida por nosotros.
Jesús, sabiendo el final que le esperaba, nos entrega un mandamiento que tiene sabor a despedida, como si fuera la última voluntad de aquella persona que se va. Y lo hace en un tono solemne: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros como yo los he amado”.
En esta frase Jesús nos muestra que el amor a Dios es como una moneda de dos caras, está unido al amor al próximo. Son inseparables. Pero Jesús avanza un poco más y corona la frase diciendo: “como yo los he amado”.
Vemos que el mandamiento del amor tiene que pasar por Jesús. Él no estuvo sujeto a nada o a recibir alguna cosa de los demás, de sus amigos o discípulos; no buscó querer caerle bien a las personas. Jesús manifestó una total libertad… Teniendo esto presente, podemos vivir el mandamiento pues lo entenderemos desde el sentido más cristiano que es amar porque el otro es mi hermano.
Amar como Jesús nos ha amado es tener una mirada misericordiosa, es tener en nuestros corazones y labios una palabra de ánimo, de esperanza, es tener las manos tendidas. En nuestra sociedad, con unos índices escandalosos de violencia e intolerancia y guerra es una novedad mirar como Jesús miró, hablar como Jesús habló, curar como curó Jesús, amar como Jesús amó.