La semana pasada las lecturas de la misa nos hablaron de la llamada, de la importancia de sentirnos llamados y de responder fielmente a esa llamada.
En este domingo las lecturas nos invitan a poner en acción esa llamada. Nos llaman a salir de nuestra comodidad y ponernos en camino. El Señor nos lo deja muy claro, nos pide que no nos preocupemos por nada en el camino. Pide que lo dejemos todo.
Esto me lleva a preguntarme: ¿Seremos capaces de dejarlo todo por el Señor? Porque la invitación es tajante, tenemos que dejarlo todo. Lo único que llevaremos será la Palabra del Señor.
San Pablo, en la segunda lectura nos recuerda que lo que podemos portar en esta vida, no son títulos universitarios, dinero u honores; lo único que podemos portar son las marcas de nuestro Señor. Esa tiene que ser la única gloria de nuestra vida.
El desapego de las cosas terrenas, el gloriarnos solo de Nuestro Señor Jesucristo nos tendrían que llevar a la alegría que menciona la primera lectura. Pues solo en Cristo y en vivir su mandato encontramos lo verdaderamente importante en nuestras vidas.
La enseñanza de este domingo es que el Señor no quiere de nosotros que seamos doctores, grandes eruditos. El Señor quiere que nos pongamos en camino y repartamos lo que Él nos dejó. Que recordemos que lo único que les pidió a sus Apóstoles fue ir al mundo entero y proclamar el Evangelio, esto es el amor de Dios. Tenemos que convertirnos en embajadores del amor de Dios, que no buscan beneficio ninguno, por el contrario, que renuncian a todo por el Señor.
Creo que esta semana podríamos pedirle al Señor que nos ayude a desapegarnos de esas cosas que no nos permiten acercarnos a Él.