DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO: Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón

[Sabiduría 18,6-9; Hebreos 11,1.12.18-22; Lucas 12,32-48] El domingo pasado, en el evangelio propuesto por la Iglesia, se advierte del peligro de poner el sentido de la vida en las riquezas. En esta décimo novena semana del tiempo ordinario, para ayudarnos a seguir apartando la mirada en “falsos sentidos de la vida”, Jesús nos invita a volver la mirada al Reino venidero. ¿Qué es exactamente este Reino de Dios del que tanto se nos habla?

El papa Benedicto le dedicó un capítulo en su libro Jesús de Nazaret al “Reino de Dios”. En resumen, Jesús predica y anuncia la venida del Reino de Dios. Y ese reino es el mismo Jesús. Sí, Jesús en persona es el Reino de Dios. El reino, por tanto, no es sólo justicia, paz y protección de la creación, no es un lugar sino una persona: Dios presente en la historia de la humanidad, Dios fuente de toda paz y justicia en el mundo. En Jesucristo Dios reina y obra divinamente, sin poder terrenal, sin dominación. Un reino de servicio, un reino de amor… hasta la cruz.

Así, Jesús nos invita a elegir; y Él nos anima a optar por los bienes verdaderos, los que nunca pasarán, los que vienen del ser y no del tener, los que vienen del amor y no de la posesión. Jesús nos invita a elegir a Dios sobre los ídolos. El papa Francisco en la JMJ de Río de Janeiro dijo en este sentido: “Es cierto que hoy en día, todos un poco, y también nuestros jóvenes, sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer. Con frecuencia se abre camino en el corazón de muchos una sensación de soledad y vacío, y lleva a la búsqueda de compensaciones, de esas deidades pasajeras”.  Sin embargo, indicó que se pueden combatir con “una visión positiva de la realidad” ayudando a la juventud a ser testigo y protagonista de ese Reino en Jesucristo en “esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo”, que encuentran “sus raíces más profundas en la fe cristiana”.

El Papa tiene razón; el ídolo atrae, pero no llena el corazón. Deja un vacío, un lugar que solo Dios puede llenar y llenar. Por esto, Jesús, en el Evangelio, nos invita a apegarnos a lo esencial, a lo que dura más que la piedra, a lo que rinde más que una cuenta de ahorros, a lo que va más allá del dinero, la fama y el éxito. ¿Qué es? El Reino de Dios.

Un reino de Dios que ha de ser recibido en la persona de Jesús. Para el creyente, el bien más preciado es la persona de Jesús y la vida en su reino, ¡y este bien preciado no requiere compra alguna! No debemos tener miedo, porque el reino se nos quiere ser dado a nosotros. No es para ser conquistado por tesoros acumulados. La vida eterna no se puede comprar, sino que se recibe como un regalo.

¡Es maravilloso! Se nos da el bien más preciado; por lo tanto, ¡es accesible para todos! No tenemos que comprarlo, solo estar listos para recibirlo. Y, para recibirlo como regalo, es importante despegarse de las riquezas, no hacer del beneficio un fin en sí mismo, no hacer del ahorro su única seguridad. El tesoro del cristiano no es su tercer pilar, sino el amor de Dios revelado en Jesucristo.

¿Y TÚ QUE OPINAS?

agustinos