Cuando el sabio, señalando a la luna, dice: Mira la luna. El necio se queda mirando el dedo, sin percatarse de la luna. Algo así nos pasa con la oración del padrenuestro. Cuando se enseña el padrenuestro no nos preocupamos de la espiritualidad, del contenido de la oración, sino como necios, nos preocupamos con premura de aprendernos, como papagayos, la oración.
Es más, cuando el necio reza a Dios en momentos de necesidad, piensa que tiene una barita mágica con la que Dios le tiene que conceder todo lo que le pide. Quiere que Dios haga lo que él quiere. Y, ¡sorpresa!, si no ocurre, su conclusión es clara: Dios no existe, Dios no me escucha, Dios no me quiere… Por algo se le considera un necio. ¿Realmente lo que pide es lo que necesita?
Dios siempre nos ayuda. Dios siempre atiende nuestras necesidades no nuestras necedades. Porque entre necedad y necesidad hay una pequeña gran diferencia: un SI grande y rotundo a la voluntad de Dios, un SI confiado a Dios, en todo el medio. Necedad y neceSIdad.
No es lo mismo ser un necio que ser un necesitado de Dios. El necesitado es consciente que con las solas fuerzas humanas no podemos. Necesitamos de la fuerza de Dios. Sabe que con Dios “sí se puede”, y por eso le reza confiado. Reza, y si Dios le ayuda, bendito sea Dios, y si no le ayuda, también dice bendito sea Dios, porque en su corazón hay un sí confiado a Dios.
Jesús, cuando enseñó el padrenuestro a sus discípulos puso el acento en el sí a Dios. Saber que Dios es el padre de todos. Tener un sentido de hermandad, fraternidad e igualdad. Todos somos importantes para Dios. Reconocer la excelsitud de Dios, saber que es trascendente, invisible, pero a la vez está a nuestro lado. Desear que se cumpla su voluntad en la tierra tal y como Él lo desea porque es lo mejor para todos. Y siempre hay que recordar que nuestra condición humana es frágil, débil, que somos limitados y necesitados de Dios para no caer en el error y caminar de su mano.
El sí a Dios y su ayuda incondicional solo tiene una exigencia, que está presente en el padrenuestro. Perdonarnos unos a otros. Todos necesitamos a Dios, todos somos humanos y todos nos necesitamos. Nadie puede ser tan necio de negar el perdón a los demás. El perdón de Dios está condicionado a nuestro perdón. La misma ofensa o parecida, seguro que nosotros también se la hemos hecho a Dios. Ser humanos, humildes y misericordiosos es parte esencial del sí a Dios.
Frente al necio está el sabio. El sabio es el que sabe que la oración es imprescindible en la vida del creyente.
Cuentan que una vez un joven discípulo se acercó a su maestro y le pidió consejo para mejorar su oración. El sabio, sin dar ninguna respuesta, le llevó a un río y le pidió que se sumergiera. Cuando el joven estaba con la cabeza debajo del agua, le sujeto de tal manera que no podía salir. A los pocos segundos el joven empezó a zambullirse para intentar librarse de su maestro y volver a la superficie porque no podía respirar. Una vez que logró salir el maestro le preguntó: ¿Qué te ha pasado? El joven respondió: No podía respirar, me faltaba el aire. El sabio le replicó: “Cuando sientas la misma necesidad de Dios como la necesidad de aire que has tenido, entonces tu oración será verdadera”.
La oración es el grito de una persona que se reconoce frágil y pide ayuda a Dios confiando en Él. La oración es el grito de una persona insatisfecha que anhela que los planes de Dios se hagan realidad. La oración es el sí del que sabe que todo está en manos de Dios y solo desea lo mejor.
El padrenuestro es la oración que recoge las convicciones y deseos de todo cristiano con la única exigencia del perdón y, sobre todo, es la oración del corazón confiado que dice sí a Dios, reconoce su necesidad y se pone a su disposición. El padrenuestro es la oración del sabio que sabe que solo Dios puede colmar las ansias de felicidad del corazón humano.
¿Y TÚ QUE OPINAS?