DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO: La puerta de la humildad

[Isaías 66,18-21; Hebreos 12,5-7.11-13; Lucas 13,22-30] Este domingo XXI del tiempo ordinario es una invitación a vivir la vida cristiana desde la sencillez y la entrega. Hay que saber entrar por la puerta estrecha. Nos gusta entrar por la puerta grande por donde entra casi todo el mundo. Esta puerta es la de la comodidad, la del egoísmo y la del yo por encima del nosotros. La vida cristiana es un proceso del yo al nosotros. Y para esto necesitamos una dosis alta de humildad.

La humildad es la virtud que regula la tendencia del hombre a exaltarse por encima de su propia realidad. Consiste ante todo en reconocer a Dios como Dios y Señor; y al hombre como criatura y siervo”, según santo Tomás de Aquino.

A medida que la persona va conociéndose a sí misma, va descubriendo el gozo de ser y no tanto el gozo de tener.

Decía San Bernardo que a medida que el hombre se va conociendo más y va conociendo a Dios, se va mirando a sí mismo con más humildad y va descubriendo la grandeza de Dios.

Entrar por la puerta estrecha es ver la vida de una manera nueva, tal como la vio Jesús, desde el servicio y la entrega y no tanto, como muchas veces la ha visto la Iglesia, como signo de grandeza y poder. El papa Francisco nos está mostrando una cara nueva de la Iglesia que apenas conocíamos, más allá de los santos: La de arrodillarse, aun siendo ya un hombre mayor y con dificultades de movilidad, y la de pedir perdón desde el dolor. Su viaje a Canadá ha sido una lección de cómo la iglesia ha de aprender a entrar por la puerta estrecha. Con humildad y de rodillas. Esa es la verdadera puerta santa.

Decía santa Teresa que la humildad es andar en la verdad. Y, sin duda, que la verdad es hija de la humildad y es la que sabe entrar por la puerta estrecha, la puerta del servicio y la generosidad, del sacrificio por los otros y de la empatía existencial. Nada tan hermoso como lo que nos ha dicho el papa Francisco: que henos de aprender a llorar con los que lloran porque muchas veces no tenemos las palabras adecuadas para consolar. La puerta estrecha es la que nos lleva hacia el hermano y sus necesidades. Por eso es la puerta auténticamente santa.

Entrar por la puerta estrecha y animar a otros a entrar es una aventura apasionante que nos conduce directamente a las praderas verdes del evangelio donde Jesús nos recibe y nos dice: “No temas, pequeño rebaño, porque Dios quiere regalarte su reino”.

Que el Señor nos ayude a conocernos interiormente, para que podamos proceder en nuestra vida con una verdadera humildad que nos conduzca a la puerta estrecha y santa del Reino.

Hugo Badilla, agustino recoleto

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