El microscopio solar de la colección de los Agustinos Recoletos en el Museo de Ciencias de la Universidad de Navarra.
Fabricado en latón a mediados del siglo XIX, este curioso microscopio se utilizó en el gabinete de Ciencias que servía para formar a los futuros misioneros agustinos recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino. Ahora ha levantado la curiosidad de los expertos.
La página MicroBio, dedicada a noticias y curiosidades sobre virus, bacterias y microbiología, y gestionada por Ignacio López-Goñi (Pamplona, 1962), microbiólogo y divulgador científico, doctor en Biología por la Universidad de Navarra, ha publicado una curiosa nota sobre uno de los elementos donados al Museo de Ciencias de la Universidad de Navarra por la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos.
Lo que llamó la atención del científico fue en concreto un microscopio solar que forma parte de esta colección, reunida en el siglo XIX por los Agustinos Recoletos para formar a sus futuros misioneros y que incluye, además de estos objetos de observación y medición, un buen número de animales disecados. Hoy está muy bien cuidada y accesible a las visitas en el Museo de Ciencias de la Universidad de Navarra en Pamplona.
El microscopio solar, como recuerda López-Goñi, está fabricado completamente en latón y lleva la inscripción del fabricante en la base: “Breton. Fres. Avenue Victoria, 8. Paris”. Por comparación con otros microscopios similares se estima que debió ser fabricado en la segunda mitad del siglo XIX y fue comprado en París a finales de ese siglo.
El microscopio solar es en realidad una linterna que funciona como una cámara oscura. Utilizaba como iluminación los rayos del sol, redirigidos mediante un espejo giratorio plano rectangular hacia el interior del tubo.
Servía para producir y proyectar imágenes ampliadas de objetos muy pequeños y estaba ideado para manejarse en una habitación oscura. Se fijaba a la pared de tal manera que quedaba el espejo en la parte exterior para recoger la luz del sol y el resto del artefacto en el interior de la habitación oscura en la que se iba a realizar la proyección. Los rayos del sol al incidir en el espejo se desvían a través de un cilindro hacia una lente condensadora y luego hacia una segunda lente donde se concentran en su punto focal.
El objeto que va a ser observado se coloca entre dos placas de vidrio, que, mediante un resorte, se mantienen en una posición firme entre dos placas de metal. El objeto, fuertemente iluminado, queda colocado muy cerca del foco de un sistema de tres lentes condensadoras.
Se proyectaba así, en una pantalla o pared, y a una distancia adecuada, una imagen invertida y altamente magnificada. La distancia de las lentes desde el objeto se regula mediante tornillos. Como la dirección de la luz del sol cambia a lo largo del día, la posición del espejo se puede cambiar y girar también.
El microscopio solar tenía la desventaja de concentrar mucho calor en el objeto observado, lo que lo podrá alterar rápidamente.
El precursor de este artefacto fue inventado en 1733 por el anatomista alemán Nathanael Lieberkuhn (1711-1756) con un espejo separado que era orientado desde fuera de la habitación por un ayudante. El inglés Benjamin Martin le acopló un espejo y John Cuff (1742) añadió el mecanismo giratorio regulable desde el interior de la habitación.
En la segunda mitad del siglo XIX se organizaban exposiciones de microscopios solares en las que se cobraba una entrada para ver a gran tamaño piojos, pulgas, chinches, insectos del queso, gotas de agua o vinagre, cerdas de jabalí, cabello o pelos humanos, la sangre y su circulación en animales… El aumento podía llegar a ser hasta de 500.000 veces.
El uso de estos proyectores empezó a decaer con la aparición de las lámparas de gas oxi-hidrógeno y las de arco eléctrico, que producían luz intensa y permitían hacer demostraciones nocturnas, no dependiendo de la luz solar.
La posesión de estos aparatos para los Agustinos Recoletos arranca de hace casi siglo y medio. Se encomendó a uno de los formadores de los religiosos, fray Pío Mareca, la compra en París de un completo laboratorio de física porque –decía él– “sabido es que nuestros religiosos estudiantes de física adelantarán mucho más uniendo la teoría a la práctica”.
A partir de mediados de los años 40 del siglo XX el gabinete de física y naturaleza es transferido desde el noviciado de Monteagudo (Navarra) a los seminarios mayores y menores de la Provincia de San Nicolás de Tolentino en Marcilla (Navarra), Lodosa (Navarra), Fuenterrabía (Guipúzcoa) y Valladolid.
El año 2023 se recuperaron las piezas que quedaban y se entregaron 93 al Museo de Ciencias de la Universidad de Navarra, donde se han revisado, restaurado y puesto a disposición del público interesado, como el mismo doctor Ignacio López-Goñi que ahora ha reseñado este microscopio.