FRAY MARIANO GAZPIO: “El santo de la misión”, modelo de obediencia

El 22 de mayo de 1921 el papa Francisco declaró “venerable” al agustino recoleto Mariano Gazpio (1899-1989), misionero en China, en la Diócesis de Kweiteh (Shangqiu), Henan, durante veintiocho años (1924-1952). Hoy hacemos memoria de esta declaración eclesial y publicamos un breve artículo curioso, pero que en él se percibe la santidad de Gazpio, “El fraile de las barbas”.

Los misioneros de China solían dejarse la barba porque conocían el significado cultural y la importancia que allí se le daba. No se concebía un hombre de pro sin una hermosa barba. En quien la llevaba se presuponía sabiduría y experiencia. Era signo de madurez. Inspiraba estima, confianza y veneración. Por eso, a sus héroes y dioses los representan con largas barbas.

Contaba un veterano misionero de China que, cuando un hombre se deja la barba después de la muerte de su mujer, es señal evidente de que no quiere pasar a segundas nupcias; pero, por el contrario, si se afeita la barba, es señal de que quiere casarse nuevamente. “Por lo tanto, al dejarla crecer, los misioneros ostentan el marbete de que no son alquilables, que no son casaderos, sino que han renunciado al mundo para guardar el celibato, aplicarse al estudio y a la perfección, y dedicarse asimismo a procurar el bien del prójimo”.

“EL FRAILE DE LAS BARBAS”

Fray Mariano Gazpio, al igual que la mayoría de los misioneros de China, se dejó la barba en cuanto llegó a la misión de Shangqiu y la llevó durante toda su estancia en ella. Es decir, desde su llegada en 1924 hasta su salida en 1952.

En Monteagudo (Navarra) era conocido como “el fraile de las barbas” porque en 1952, cuando volvió de China, trajo una larga barba blanca y bien poblada, no de exhibición, sino por obediencia al prior provincial que sugirió a los misioneros de China que, como testimonio, no se la cortaran. Aquella barba le daba al padre Mariano Gazpio un aspecto patriarcal y venerable. La llevó hasta finales de 1955 o principios de 1956. De hecho, en el Capítulo provincial de 1955 aparece con barba y en el de 1958 ya sin ella. Por aquellos años el prior provincial debió de cambiar de parecer, y para él una sugerencia del superior era un mandato de Dios.

Por esa concepción que tenía de los superiores, nunca ponía reparo a sus decisiones. Las aceptaba con naturalidad y las cumplía con la mayor fidelidad. Así actuó cuando el prior general le sugirió que no se afeitara la larga barba que traía de China; y del mismo modo obedeció cuatro años después cuando le indicó que se la cortara. Hemos oído contar que entonces se la quitó inmediatamente y por obediencia.

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