El convento de los Agustinos Recoletos de Marcilla (Navarra, España) contaba hasta ahora con dos galerías artísticas sistematizadas de cierto valor. La primera se completó a comienzos del presente siglo y ocupa las 19 lunetas del claustro nuevo del convento.
Se trata de un santoral agustino recoleto en diseño estilizado para vinilo, obra del agustino recoleto Rafael Nieto (San Millán de la Cogolla, La Rioja, España, 1972). Que sepamos, es el único completo existente en la Orden.
La segunda galería es casi contemporánea de la anterior y se debe a otro artista recoleto, René Paglinawan (Cebú City, Filipinas, 1956). Es un proyecto de gran envergadura, que continúa abierto. Lo forman los 52 retratos al pastel de los priores recoletos que se han sucedido en Marcilla desde 1865.
El pasado 31 de mayo, con la fijación de los rótulos pertinentes, se daba por inaugurada la tercera galería, dedicada a los obispos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, que ocupa, principalmente, el claustro sur del viejo monasterio cisterciense. Principalmente, decimos, porque el núcleo más antiguo y valioso desde el punto de vista artístico está integrado por las pinturas de José María Romero y López (Sevilla, 1816 – Madrid, 1894), que decoran la llamada “escalera real”.
LOS RETRATOS DE ROMERO
Los cinco obispos retratados por este pintor romántico sevillano embellecen el rellano que corona la escalera real, en la planta noble. Su temática y la firma de Romero justifican sobradamente la nueva colocación, por más que el enmarque denuncie la diversa ubicación original.
Los tres obispos más antiguos –siglos XVIII-XIX: Sesé, Encabo y Juan Ruiz– forman el bloque primero, con cartelas y marco exclusivos.
El retrato de Leandro Arrué, en cambio, combina con las otras pinturas de tema histórico que llenan los claustros marcilleses. Entre ellas hay que contar los retratos de otros dos obispos, ambos de diócesis filipinas: José Aranguren, arzobispo de Manila, y Mariano Cuartero, obispo de Nueva Segovia. Por antigüedad también estos habrían debido incluirse aquí; solo que, por razones que desconocemos, Romero no los pintó.
Finalmente, las características del cuadro que representa a monseñor Minguella indican un origen distinto. Sabemos que, a finales de los años 40, estaba arrinconado y mal conservado. En cambio, es uno de los que podemos datar con mayor precisión, entre agosto y noviembre de 1894, y por fuerza ha de ser uno de los últimos que pintara Romero.
OBISPOS ANTIGUOS
El tipo de enmarcado diferencia claramente un segundo bloque constituido por los obispos de finales del siglo XIX y primeros decenios del XX. En concreto, un segundo cuadro de Minguella y los retratos de Ezequiel Moreno, Nicolás Casas y Andrés Ferrero. No se conoce el autor o autores; pero no debían de ser profesionales.
El siguiente cuadro, de tamaño bien distinto, hace de eje central de la exposición del claustro Sur. Es una pintura antigua que nos ha sido donada recientemente por una de las comunidades recoletas de Zaragoza. También representa a un obispo, nada menos que a santo Tomás de Villanueva. Bolsa en mano, el santo limosnero distribuye monedas entre los pobres que le asedian.
PARTE MODERNA
A continuación comienza la parte moderna de la galería. El bloque central lo forman las cuatro obras del artista José Antonio Pérez Fabo (Marcilla, Navarra, 1942). Una de ellas no representa a un obispo sino al agustino recoleto Pedro Fabo, fundador de la Academia Panameña de la Lengua Española y pariente del pintor.
Tiene aquí su sitio por obvias similitudes estilísticas y como modelo que fue de los retratos de tres de los obispos: dos de Kweiteh/Shangqiu (Henan, China), Francisco Javier Ochoa y Arturo Quintanilla, y Martín Legarra, obispo de Bocas de Toro y Santiago de Veraguas, en Panamá.
Entre ellos, en atención al orden cronológico, se ha intercalado un cuadro venido de México que representa a monseñor Justo Goizueta mostrando la catedral de su diócesis, Madera, en Chihuahua. Es obra del muralista Alonso Enríquez Blanco (Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, México, 1959).
Junto con los de Romero, la obra más valiosa de la colección desde el punto de vista artístico, es el retrato de monseñor Eusebio Hernández, obispo emérito de Tarazona (España). Basta un simple vistazo para detectar de inmediato el toque hiperrealista de Isabel Guerra Peñamaría (Madrid, 1947), reconocida pintora y monja cisterciense del monasterio de Santa Lucía, en Zaragoza.
El último retrato, realizado a tamaño natural, es el del cardenal Antonio Vico, que en calidad de nuncio pontificio presidió en 1908 el Capítulo de San Millán que inauguró la etapa moderna de la Recolección agustiniana. No conocemos quien lo pintó, aunque parece copia del que se muestra en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja, España) junto a la sacristía donde se celebraron las sesiones capitulares.
Haciendo, en fin, un balance global de la galería episcopal de Marcilla, salta a la vista su carácter eminentemente histórico. Respecto al pasado, cuando el número de obispos Agustinos Recoletos era relativamente reducido, puede considerarse representativa, e incluso bastante completa, cosa que no se puede decir de los tiempos recientes, a la espera de nuevas incorporaciones de los prelados actuales, tan numerosos.