El pasado miércoles el presidente francés, Emmanuel Macron, en su discurso de apertura del Consejo de Ministros francés afirmó: “Creo que asistimos a una gran convulsión, un cambio radical. En el fondo, lo que estamos viviendo es el fin de la abundancia, de la liquidez sin coste”. Estas declaraciones han hecho temblar los ya maltrechos cimientos sobre los que llevamos años asentando nuestro modo de vida. Palabras mal vistas por su olor a alcanfor y su apariencia mojigata como austeridad, espíritu de sacrificio, humildad…; van poco a poco tomando protagonismo entre las coordenadas que van a enmarcar la hoja de ruta de la economía mundial y, por extensión, de nuestro día a día de andar por casa en los próximos años. No deja de ser curioso que después de tantos años enseñándonos a consumir y a sospechar de la austeridad ahora se va a dar la vuelta a la tortilla y los mal vistos sean los enganchados al consumo.
La vida de Agustín, a quien hoy celebramos, también dio ese giro copernicano del “nada es suficiente” al “descanso en Dios”, que siglos más tarde Santa Teresa sentenciaría con “Solo Dios basta”. Agustín colocó la humildad, el sentimiento de pequeñez ante la grandeza inabarcable de Dios, en el centro del vivir y el actuar de quienes nos sentimos seguidores de Jesús si queremos de verdad acercarnos a Él.
El evangelio de este domingo puede ser una buena llamada de atención para lo que parece van a ser los nuevos tiempos que nos va a tocar. Hay quien dice, incluso, que este mensaje se está cumpliendo ya porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, en la “era de la abundancia”, y todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
¿Con qué mensaje marcar una reflexión para esta semana? La experiencia de San Agustín desde luego que nos puede ayudar, como siempre, pero, ¿Cómo promover la humildad? Si encargas a un publicista una campaña sobre la humildad lo más seguro es que se intente suicidar con un sacapuntas. Eso no vende, ni si quiera entre los más adictos al agua bendita y al incienso. La humildad es una cualidad necesaria porque hoy, como también le pasó a Agustín, nos creemos que sabemos de todo y nunca nos equivocamos. La humildad pone cada cosa en su sitio; nos muestra que no somos perfectos, y hemos de reconocer nuestras limitaciones. La base de la humildad, para Agustín, están en el autoconocimiento. En el día a día, hemos de ver en el otro no a un rival a quien desbancar, sino a un maestro de quien aprender, porque seguro que es mejor que nosotros en muchas cosas. Así se sostiene la vivencia comunitaria tal como la pensó Agustín e intentamos hacer realidad cada día los que llevamos ese modo de vida o compartimos su espiritualidad.
Por desgracia, no sabemos reconocer la grandeza de la humildad, no nos han educado para ello. A veces confundimos la humildad con una falsa modestia, o con una ñoñería infumable. Si nos asomamos a la vida de Agustín, vemos que la historia se repite continuamente y, como él, también nosotros muchas veces trabajamos para el reconocimiento hasta creernos que nuestros logros nos pertenecen exclusivamente porque no sabemos ver la presencia de Dios a nuestro lado. Aquí sí que Agustín nos marca un camino en sus Confesiones, que, como él, todos podemos y debemos transitar. La senda que va de nosotros, de nuestro ego subido, hasta Dios; del sentirnos la última Coca cola de la fiesta, a aceptar ser instrumentos de Dios para construir un mundo más humano y más justo. Dice en uno de sus sermones que “A todos agrada la altura, pero la humildad es el peldaño para alcanzarla”.
Aunque dicen que en el único lugar donde lo rancio hace buena labor es en el caldo gallego, parece que lo “retro” toma cada vez más posiciones. Y ya no basta con la moda, también nuestro modo de vida va a convertir en valores envidiables lo que para muchos eran las actitudes propias de personas infelices o amargadas. Una semana más el evangelio nos pone los puntos sobre las íes. Si verdaderamente queremos ser seguidores auténticos de Jesús no nos queda más remedio que ser sinceros con nosotros mismos, buscando nuestra propia medida, nuestro propio lugar y aceptarlo, fuera de falsos honores y privilegios. Agustín en una Carta le dice a Dioscoro que lo primero, lo segundo, lo tercero, y cuantas veces le pregunte sobre qué actitud es la mejor para acercarse a Dios le responderá que la humildad. ¿Se pondrá de moda?