El8 de noviembre, fue la festividad del beato Gracia de Cátaro, que es el patrono de los religiosos hermanos, aquellos consagrados que viven en las comunidades agustino-recoletos pero que no han sido llamados a la vocación sacerdotal.
Durante muchos años en el convento de los Agustinos Recoletos en Marcilla (Navarra, España), en su época dorada, la fiesta del beato Gracia de Cátaro se celebraba con un ritual especial.
Protagonistas eran los religiosos hermanos, de los que es patrón este religioso humilde y trabajador, nacido en la ciudad de Kotor (Montenegro), al fondo de la bahía de ese nombre, en lo que hoy es una de las zonas turísticas de moda en Europa.
No es fácil encontrar retratos del beato Gracia. En Marcilla había uno: un óleo mediocre pintado a mediados del siglo XX por un joven artista del convento. En él se representaba al Beato, “hermano lego” –según la terminología del tiempo–, con su barba y su hábito, que deja de lado un momento la azada con que trabaja la huerta, para venerar la eucaristía que se celebra en la iglesia contigua.
Los muros que le rodean, sin embargo, no le son impedimento para contemplar la celebración. Obviamente, en el fondo late una leyenda encomiástica de la devoción eucarística que caracteriza a Gracia.
Pues bien, cuando coincidía la fecha litúrgica del Beato, este cuadro era el centro de la atención comunitaria. Ese día los hermanos no clérigos le ponían flores y lo alumbraban con una candela especial, como a su patrono que era.
Y la tradición se recuperó ayer día 8 de noviembre. El cuadro, que estaba guardado, fue colocado de nuevo, de momento y por un día en la sala de recreo mientras se le encuentra ubicación estable a la vista y devoción de todos.
Durante todo el día se le tuvo alumbrado y la comunidad festejó a la antigua usanza al Patrono de los hermanos.
Guardíán, al tiempo que protagonista de tan venerable tradición, era fray Mariano Aramendía que, a sus 87 años y con más de 60 como residente en Marcilla, continúa encarnando la espiritualidad de los hermanos agustinos recoletos no clérigos, que a su espíritu de trabajo unen la importancia central de la eucaristía y la entera vida de piedad.
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