Reflexiones tras la visita a Hacienda

Nuestra alumna Rocío Ripalda, de 3º de ESO A, ha escrito sus reflexiones tras visitar la delegación de Hacienda junto a sus compañeros. Una salida que nos sirvió para aprender a dónde van los impuesto y para qué sirve el dinero público.

Carta a un defraudador 

Querido ciudadano:

Le escribo para informarle de mi opinión sobre su comportamiento en relación a los impuestos. Supongo que ya estará cansado de oír la famosa frase de “Hacienda somos todos” o escuchar como la gente le dice que es su obligación como ciudadano pagar los impuestos. Por ello me gustaría escribirle, no para reprimirle o regañarle, sino para concienciarle.

El estado de bienestar del que disfrutamos en España lo compone la sanidad, la educación, las pensiones, infraestructuras y más. Aunque tal vez esto ya lo sabía, no es nada nuevo o algo muy difícil de entender. Cuando se pone enfermo, puede ir perfectamente a un hospital y allí lo atienden sin ningún problema. Si quiere que sus hijos tengan una educación de calidad simplemente los lleva al colegio. Cuando se jubile recibirá su pensión como cualquier otro ciudadano (si ha trabajado lo suficiente) y claramente cuando va por una autopista o por las calles todo esta perfectamente asfaltado y en buenas condiciones.

¿Cómo cree que se paga todo ello? ¿De dónde se saca todo el dinero para contratar a los empleados, pagarles, el material que se utiliza y su mantenimiento? Exacto, de los impuestos, esa carga que todos los españoles debemos aguantar y que no se salva de comentarios y atributos negativos o despectivos. Y es que siempre que se habla de Hacienda o los impuestos es como si se hablara de un ser maligno y sin escrúpulos del que no se puede escapar. Nos quejamos de cómo lo único que hace es quitarnos, aunque en realidad ese dinero vuelva a nosotros de otra forma, y nos parece tentadora la idea de no pagar, de librarse de una vez por todas de esos odiados impuestos. La idea de no saber muy bien a dónde o para qué van suele llevar como desenlace a un fraude, pero ¿es está la mejor opción? ¿Vale la pena no pagar los impuestos establecidos por el simple egoísmo o la ignorancia? Se lo diré: no.

Imagínese que en un grupo de amigos han decidido hacer un viaje. Cada uno de ellos aporta una determinada suma de dinero para poder llevar a cabo la idea, todos excepto uno. Ese uno al que nos referimos se escaquea de pagar, pero aun así tiene la intención de ir al viaje y de disfrutarlo tanto como sus otros amigos que han pagado. Ahora imaginemos que no es solo uno, uno de ellos se ha fijado en este comportamiento y lo ha imitado para librarse de la carga de pagar también, ahora los demás deberán poner más dinero. Esto se va repitiendo hasta que al final el número de integrantes que pagan se vuelve muchísimo menor que el que no paga, en ese caso habría que despedirse del viaje. Esto no parece muy trascendental dado que es en un grupo pequeño, sin embargo, si este mismo ejemplo ocurriera en nuestro país (claramente con un procedimiento distinto) sería un gravísimo problema. Habría que renunciar al estado de bienestar en el que estamos, quitar la sanidad pública y gratuita, la educación gratis hasta los 16, reducir o erradicar las pensiones e incluso no poder mantener ni siquiera una simple calzada. Todo ello porque a alguien le pareció buena idea el no pagar sus impuestos porque pensaba: “¿Para qué?”

Finalmente concluiré diciéndole que no es buena idea ser defraudar para librarse de los impuestos porque no sólo le afectará a usted, sino a todos los ciudadanos con los que convive día a día. Mire a su alrededor, todo lo que tiene ha sido gracias a todos  y es para todos, no lo eche a perder.

 

Atentamente,

Rocío Ripalda.